lunes, 18 de julio de 2016

Por soleá. Juan Peña Fernández "El Lebrijano".

Nuevamente el flamenco se viste de luto. Como todo en la vida, en nuestro arte sucede igualmente. Mas, como las vivencias han sido intensas, y numerosas en el tiempo, estos acontecimientos luctuosos nos parecen de más intensidad y nos van confirmando que “Todo pasa y todo llega”. Ha muerto Juan Peña Fernández “El Lebrijano”. Otro entrañable amigo que ha venido llenando de música flamenca nuestra existencia con una trayectoria jalonada de méritos e intentos de contrastar –generalmente con aciertos- musicalmente culturas que han podido mantener alguna afinidad con su arte, lo cual le permitió ocupar un lugar preferente en el escalafón histórico de los artistas andaluces, nacionales e internacionales.

Juan “El Lebrijano” supo  mediatizarse en sus comienzos con el arte de su entorno familiar y artístico, el que hubieran deseado innumerables figuras flamencas. En su día me refirió en relación con el protagonismo que tienen los artistas aficionaos que “Es muy importante conocer a esta gente y recuerdo con mucho cariño –como buena cantaora sin ser profesional- a Fernanda La Pinini; también al “Borrico de Jerez”, al cual he escuchao como creo que no había escuchao antes a nadie; y puedo seguir enumerando así a muchos artistas como a Tía Anica “La Piriñaca”, a Tío Bacán, a mi padre, a mi tío Bastían, a mi tío Perrate, a Juaniquí, al Chozas…”

Recuerdo con especial emoción sus discos “La palabra de Dios a un gitano”, de 1972, y “Persecución”, de 1976, en colaboración con el también desaparecido poeta Felix Grande, en el que incluyó sus cantes por “galeras” y “caravanas”, y que posteriormente me las definió así: “La galera es una música nueva que tiene la influencia de lo que tú quieras, pero que no se le parece a nada” y, “Para mí el cante por caravanas es mejor que las galeras. Lo que pasa es que el tema de la caravana no está terminao y el de la galera sí, pero como tengo cuarenta años (risas) ya lo terminaré”. Después publicaría entre otros, trabajos de la talla de  Ven y sígueme,  con Rocío Jurado y el Manolo Sanlúcar. Encuentros, con la Orquesta Andalusí de Tánger y Paco Cepero. Tierra, con letras de  Caballero Bonald. Casablanca. Lágrimas de cera. Sueños en el aire. El Lebrijano con Manolo Sanlúcar y Pedro Peña. Puertas abiertas. Cuando Lebrijano canta se moja el agua,  con su sobrino Dorantes y letras de Gabriel García Márquez, etc.

Fue un artista valiente que abordó cualquier idea que tuviera algunos visos flamencos para poder cuadrarla en los ritmos y los compases de nuestra universal música, mas siempre con un criterio firme y netamente musical: “La ortodoxia es la ortodoxia, pero la ortodoxia sin la heterodoxia tampoco sería tan…” (Sic) Y más adelante: “Lo que quiero decir es que la ortodoxia está muy bien, porque si no sabes la ortodoxia como te vas a salir, estás pecando, no sirves”.

            Descansa en paz.

Rafael Valera Espinosa

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